Edomex: testigo de honor
Guerra sucia desatada
A un día de que se supiera que los fuegos artificiales petroleros son de fabricación china, con detalles finales realizados por mano de obra local, ejercitada en el arte popular y revolucionario, el licenciado Calderón se ha permitido convocar a los mexicanos todos a rechazar ''categóricamente'' la violencia y a poner siempre por delante el diálogo para resolver diferencias.
La patriótica alocución oficial fue pronunciada junto a un inmejorable testigo de calidad, pues para ofrecer a los mexicanos paz, legalidad y respeto, el antedicho licenciado parló teniendo a un lado a Enrique Peña Nieto, que es un elaborado símbolo de la complicidad facciosa que protege a saqueadores del erario (allí está el caso de Arturo Montiel, antecesor y promotor de su sobrino Nieto); un ejemplo, digno de estudio académico, del uso de los recursos públicos para impulsar tempranas precandidaturas presidenciales (destaca, sobre todo, la entrega de fortunas a Televisa para cerrar pactos de apoyo propagandístico) y de violación de derechos humanos y comisión de actos delictivos contra ciudadanos, como sucedió en el episodio inaugural de la nueva guerra sucia en México, un año atrás en San Salvador Atenco.
Ese punto mexiquense de referencia eligió el lic. F.C. para confirmar que no entiende o no quiere entender las razones del descontento social que amenaza con traer desbordamientos desde flancos muy diversos, que no necesariamente son los que según eso habría enunciado por la red de Internet un súbitamente desesperado Ejército Popular Revolucionario (EPR), al que el gobierno federal prestó inmediata confirmación oportuna de que habrían sido por sabotaje, y no por las causas accidentales -o de ordeña- originalmente enunciadas por Gobernación, los estallidos de ductos petroleros en tierras férreamente controladas por panistas (incluso en términos paramilitares; recuérdense reportajes publicados varios meses atrás en Monitor y otros rotativos sobre entrenamientos de grupos armados de extrema derecha en esas dos entidades, sobre todo en la dictatorialmente gobernada por el Patrón Francisco Garrido).
En los días oscuros que en el país corren, cuando se avivan las tentaciones dictatoriales, el antedicho lic. ofreció una peculiar definición del diálogo político, que debe servir para ''ser capaces de discutir nuestras diferencias (...), pero también mediante el diálogo tener la suficiente sensibilidad social e inteligencia para entender que hay coincidencias en beneficio del país que no pueden postergarse''. O sea que, según San Felipe de Jesús, es posible dialogar todo lo que se quiera, pero siempre y cuando la contraparte asuma que hay puntos (''coincidencias'', las llamó) que son de cumplimiento imperativo que sólo los insensibles o los no inteligentes podrían dejar de ver y aceptar. El diálogo al borde del calderón hirviente sólo podría darse, pues, para asuntos menores y postergables que la autoridad, sensible e inteligente, separará de lo que es indiscutible e inevitable.
¿Diálogo? ¿Instituciones? ¿Legalidad? Más allá de lo que ha sucedido con las explosiones de ductos petroleros, el Ejército Popular Revolucionario ha denunciado con insistencia el secuestro y tortura de dos de sus integrantes, a lo que diversas autoridades han respondido al más clásico estilo de los años de la guerra sucia mexicana, cuando unas a otras se echaban la bolita para negar que alguna tuviera a quienes habían sido detenidos en la calle por personal de características policiales o militares. Ahora sucede lo mismo, pero no solamente con Edmundo Reyes Amaya y Raymundo Rivera Bravo o Gabriel Alberto Cruz Sánchez, desaparecidos desde hace casi 50 días, sino con un sinnúmero de ciudadanos que, sobre todo en Oaxaca y Guerrero, han sido y son secuestrados, torturados y encarcelados por fuerzas policiales, estatales y federales, militares y de la Marina que actúan contra grupos que han optado por la lucha armada contra el régimen pero también, en términos selectivos, contra activistas que consideran posible y necesaria la lucha cívica, abierta y pacífica.
En tales condiciones, hablar de un diálogo condicionado, con testigos de honor como Peña Nieto, parece un contrasentido irónico. El gobierno federal debe entender que la campaña de militarización que ha desplegado por el país, con el narcotráfico como pretexto, y el control social como destino real, sólo agudizará los problemas y la división existentes. Pero, herida gravemente por el dardo interno lanzado por el socio oriental del cártel de Sinaloa (el favorito del sexenio anterior, y del actual), la administración de la gran caldera humeante sólo atina a producir discursos desafortunados y hechos represivos concretos. Ayer, luego de continuar con su campaña electoral de crítica a los gobiernos capitalinos que anteriormente, según su visión, no hicieron lo suficiente para prevenir catástrofes previsibles (sobre todo en materia de drenaje) y que actualmente no se ''coordinan'' con la administración federal para emprender obras, el michoacano cerró su rollo oratorio con la advertencia oportuna de que ''otros se dedican a destruir lo que es de todos; nosotros estamos aquí para construir lo que sirva a todos los mexicanos'' (también dijo, laico y republicano, que el anuncio de construir dos sistemas del tren suburbano mexiquense permitirá celebrar ''como Dios manda'' el centenario y el bicentenario de la Revolución y la Independencia. Amén).
Y, mientras el comandante insurgente Zhenli Ye Gon prepara el terreno para que fuerzas estadunidenses se preocupen, presionen e inclusive busquen intervenir en el cuidado y defensa de la riqueza petrolera vecina, puesta en peligro, ¡hasta mañana, en la tragicomedia mexicana que ahora tiene en escena a Napoleón Gómez Urrutia como charro justiciero y vengador, cuando es y ha sido un funcionario público y cacique sindical ciertamente perseguido por Martita y Chente, pero tan corrupto y nefasto como el que más!
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